Después de nueve meses de embarazo, finalmente tu bebé ha nacido. Durante todo ese tiempo le has brindado todo lo necesario y después del alumbramiento, nadie mejor que tú para seguir ofreciéndoselo. Al instante del nacimiento, lo que primeramente necesita tu bebé es sentir tu calor, olerte. El bebé además de tener hambre tiene necesidad de piel, si, del contacto con tu cuerpo y su cuerpecito desnudito; es de suma importancia entonces que pueda sentir tu calor protector, tus caricias, besos y abrazos, la vibración de tu voz, tu olor, el sabor de tu leche... El tacto es el único sentido imprescindible y el primero en desarrollar, por eso para el bebé, las caricias de mamá le llegan muy dentro. Los científicos han descubierto que en la piel existen diferentes canales para conducir las sensaciones táctiles hasta el cerebro, de modo que el tacto amoroso de una caricia no sigue el mismo conducto que el que carece de amor. Todas estas sensaciones son muy gratas y tranquilizadoras para tu pequeño (a), viajan hasta su cerebro y crean conexiones entre las neuronas que desarrollarán su inteligencia. Son estímulos muy propicios para despertar sus sentidos, para crear y continuar fortaleciendo el lazo afectivo madre-hijo, así como para enseñar al pequeño a sentirse bien en este nuevo mundo al que tiene que adaptarse. El cuerpo de mamá significa pues para el recién nacido, el hábitat más seguro y tranquilizador, y que mejor si este ambiente puede prolongarse por algún tiempo. |
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